martes, 21 de junio de 2016

Escribiendo diálogos

Envidio a los autores que son capaces de escribir diálogos fluidos y naturales sin ningún problema. Por mi parte siempre tengo la sensación de que mis personajes son parcos en palabras y dudo de si su forma de expresarse será lo bastante "real". Ésta última afirmación tiene truco porque por muy bien escritos que estén, los personajes de una novela jamás hablarán como la gente de la calle.

No se trata de una cuestión de calidad, simplemente es la constatación de un hecho: charlar a viva voz no se parece a la palabra escrita. Si tratásemos de transcribir una conversación con amigos o familiares nos encontraríamos con redundancias, incongruencias, onomatopeyas, todo tipo de construcciones extrañas que aunque son "naturales" al oído, no encajan en una hoja de papel.

¿Cuál es el truco entonces? La clave, en mi opinión, es escuchar. Cada persona con la que nos topamos en el día a día tiene un tono diferente, le gustan unas palabra concretas y se expresa con una intensidad propia. A nivel de contenido, unos pueden recurrir más al humor, otros ser más secos, según su personalidad o cómo se hayan levantado esa mañana. Como escritor me gusta tomar nota mentalmente de esos detalles porque son los que pueden servir luego para elaborar un personaje.

Un buen diálogo novelesco es un intercambio de información relevante entre dos protagonistas. Si no nos aporta algo nuevo y no hace avanzar la trama, no merece estar ahí. Los implicados, además, deben comunicarnos cosas sobre sí mismos, directa o indirectamente. ¿Cuál es su estado de ánimo en ese momento? Y a un nivel más amplio, ¿cómo nos transmiten las palabras su personalidad? ¿Cuál es su historia personal? ¿De dónde viene? ¿Es un hombre educado e impecable al hablar o es rudo y con acento? Ahí es donde podemos utilizar lo que oímos en la calle día tras día, ya sea como marcas para individualizar a cada uno o como rasgos relevantes e intransferibles.

Escribir buenos diálogos es todo un arte y como tal, cuesta dominarlo. Un buen consejo, repetido en muchos manuales, es leer en voz alta nuestro texto, ya sea solos o con ayuda de otra persona. Si el intercambio suena artificial, forzado o aburrido, será señal de que hay que reescribir.


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